Ahora son generalmente de otros países y algunos ni siquiera hablan nuestro idioma, como es el caso de la mayoría de las tiendas de comestibles regentadas por asiáticos.
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Se llama Ray, o así le llaman los que le conocen. Todos hablan con él y le cuentan sus vidas como si fuera un colega de siempre y a todos trata como si fueran sus mejores amigos. Siempre dispuesto a echar una mano, Ray es la excepción que confirma la regla por lo que me declaro fan incondicional.
Por otro lado aún siguen existiendo, aunque cada vez menos, los tenderos de antaño tipo Chema, el personaje de la serie Aida. Como aquel que me vendió una bolsa de exquisitas patatas fritas mientras nos contaba su vida y milagros, y nos informaba acerca de las estrategias de los fabricantes de aperitivos para que los consumidores hagamos, de buen grado y sin rechistar, algo que en realidad les corresponde hacer a ellos.
Ójala tenga la posibilidad de encontrarme con muchos más de estos y poder recordarlos toda la vida como a Vicente el de la churre, que te servía las patatas siempre con una sonrisa, o Titas la de la tienda de ultramarinos, que siempre tenía una palabra amable, o el señor del kiosco que estaba al lado de la iglesia, cuyo nombre no recuerdo....