Dijo que se marchaba a su casa. Que si tenían que hacerle pruebas volvería el día que se las fuesen a hacer, pero que no se quedaba en el hospital.
Tiene 104 años y una vitalidad que ya la quisiera para mí. Le veo pocas veces, siempre acompañado, aunque, a juzgar por como está, bien podría salir solo a la calle. No pierde el sentido del humor y se queja de no oír bien y de cansarse cuando camina.
No deja de sorprenderme que haya
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A ellos quiero agradecer todo lo que me enseñan, la paciencia que tienen conmigo y el cariño con el que me tratan.
Procedo de una familia longeva cuya matriarca abandonó la vida terrenal a los 99 años, gozando de una salud envidiable. Tiene algún hijo que supera los noventa cuyo estado es igualmente envidiable. De forma que, si la genética no falla, aún me quedan unos cuantos años.